martes, 29 de mayo de 2012

Raoul Vaneigem: una modesta alegoría didáctica (cuento)


Andrés trabaja en una librería de viejo. Acostumbra hacerlo rodeado de libros apilados,  procurando quedar encerrado entre los montones para que la dueña no lo vea. Hoy le toca reorganizar los libreros en los que se agrupan los volúmenes de superación personal y otros temas que la gente busca con igual interés: sexualidad, liderazgo, mujeres, drogas y juventud. Estos llenan el pasillo más extenso de la librería  Los ejemplares de “¿Quién se ha llevado mi queso?”, “Juventud en  éxtasis”, “Cómo dejar de fumar y no morir en el intento”, “Todo lo que desea saber de sexo”, “¿Por qué las madres y las hijas son enemigas?”, cambian de lugar constantemente, son abiertos, hojeados y abandonados por toda la librería. La gente acude a ellos como si fueran balsas a las cuales agarrarse en el naufragio de sus vidas. Siguiendo el ideal del Robinson Crusoe en nuestros días, la supervivencia en soledad. 


 Le tomó la mañana entera terminar de acomodar los libros.  Sólo le quedan algunos títulos  que ha decidido colocar en los límites de los apartados de superación personal y juventud. La “Ética para amador” que se lleva como libro de texto  en las preparatorias y el todavía socorrido “Juventud en éxtasis” deben quedar juntos y a la mano para la enorme cantidad de gente que los busca.  Le queda pendiente el “Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones” de un  Raoul Vaneigem jamás escuchado.  El titulo le hace dudar un poco, “Tratado del saber vivir” implica un manual para quien procura la felicidad, pero lo de “para uso de las nuevas generaciones” no deja lugar a dudas, es para los jóvenes. Fácilmente podría colocarlo junto a la “Ética para Amador” pero no esta del todo seguro. En el reloj de la librería todavía faltan 10 minutos para la hora de la comida. Esta cansado, se toma algunos minutos para hojear el libro. ¿Quién podría pensar que eso es parte de su trabajo? quien clasifica los libros al menos tiene que leer las contraportadas. Decide llevárselo a las mesas de la cafetería, por una hora puede tomar libros y un lugar entre los  consumidores de café. 


Es un libro escrito en los sesentas, y Andrés tiene cierta fascinación con esa época, es la era Beatles y eso la hace ya de por si interesante, “Sólo por eso-lo ha repetido hasta el cansancio- esa época valió la pena”, todo lo que sucedió en la década no es mas que consecuencia de ese acontecimiento. Es el pasado mítico de una generación que no es la suya, de una nostalgia por las épocas en que la gente renunciaba al trabajo, a la familia, a una vida cotidiana sin sentido… si al menos hubiera nacido antes del setenta…o en otro entorno distinto al que tiene ahora.  Tomó el libro todavía saboreando las posibilidades de otra vida.  Su hábito de zurdo obstinado le llevó a comenzar  la lectura desde la última página. Fijó la vista en la frase final: “Para ganar un mundo de placeres sólo hay que perder el tedio”. El tedio es el que empezaba a carcomer su vida desde hacia un par de años. Movió otra página al azar del libro  “Quien vacila en arrojar al exterior el incendio que le devora no tiene otra alternativa que arder, consumirse según las leyes de lo consumible”. Por un momento tuvo la sensación de que el libro funcionaba como un manual para una vida libre, la confirmación de que necesitaba cambiar su situación o quedaría reducido a cenizas.  Esta harto de sobrevivir, el sentimiento de que esta no es la finalidad del vivir se le presento como una certeza.  Pensó en que ni siquiera podía seguir leyendo ese libro con el que trabajaba porque no le pertenecía y, porque eran cuarto para las tres y tenía que regresar a acomodar. Quería entender lo que el libro decía; todo eso de la política y el arte, quería comprender la fuerza de darle valor a la vida cotidiana; pero el trabajo era el lugar menos adecuado para ello, no era libre para hacerlo. No había tiempo para que entendiera la relación entre  arte y  vida, necesitaba tiempo para pensar en el sentido de la palabra revolución, porque de la revolución sólo tenía la tonada de los Beatles,  “revolution, revolution, revolution…” que se repetía como si fuera algo que valiera la pena  “El ¨sentimiento del deber cumplido¨ hace de cada uno el honorable verdugo de sí mismo” No dejaba de pensar en ello mientras caminaba hacia los estantes, desde donde su jefa le sonreía reconviniéndolo a regresar al trabajo. 


El descontento le reconciliaba con el mundo. Coloco el libro en la sección de superación personal a pesar de que su intuición le decía que vivir no tenía nada que ver con la idea del sobrevivir. Tenía la esperanza de que nadie se lo llevara aquel día.  En cuanto se fue su jefa,  metió a su mochila el “Tratado del saber vivir para  uso de las nuevas generaciones” sintiendo el placer del robo consumado y pensando que ya tendría tiempo en casa de releer la frase que el antiguo dueño subrayó en amarillo “Reconstruir la vida, reconstruir el mundo: una misma voluntad”.                                                     




Fuente: http://666ismocritico.wordpress.com/2007/05/06/204/

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